domingo, 2 de septiembre de 2007

Romper paradigmas

Por: Jorge Luis Falcón Arévalo*

"La Humanidad tiende a la paz, a la higiene y a la ciencia. Si no fuera así, peor para ella, porque mientras haya guerra, suciedad y estulticia no habrá cumplido su destino que es la civilización -Francesc Pujols, (1884-1962) fue un escritor -o mejor dicho, un polígrafo-

México ha sido impactado por el derrumbe de un mundo bipolar y la emergencia de un espacio de disputa caracterizado por la aparición de nuevos liderazgos regionales, la integración de bloques supranacionales y la consecuente disputa por las hegemonías; el fortalecimiento de problemáticas de dimensión planetaria como el cambio climático, el agotamiento de recursos naturales, la migración, la obligada transición energética, la reaparición de disputas y fracturas sociales por motivos étnicos o religiosos, y la creciente inseguridad mundial, entre otros.

El país experimenta un complejo e incierto proceso de reacomodos de la esfera pública determinado por el dinamismo social, las expectativas e impulsos de los actores sociales que marcan el rumbo, la agenda de viejos y nuevos problemas que enfrenta la nación y por su reubicación en un escenario internacional convulso, vertiginosamente cambiante, crecientemente desigual, globalizado y señalado por una aguda competencia de espacios de influencia y mercados.

La nación presenta paradigmas que hay que transformar, que sociedad unida debe buscar los cauces en la academia, en la educación en una renovada políticas publicas para evolucionar. La sociedad mexicana debe salir de su letargo y dejar en manos de mañosos, impostores y hampones el destino de nuestro desarrollo y calidad de vida.

Un paradigma tiene su origen en la disputa política que caracterizó al sistema priista a lo largo de buena parte del siglo XX: la lucha entre el centro político y los cacicazgos regionales. Hoy, como al final de la Revolución, las tendencias descentralizantes de nuestra realidad política comienzan a tomar vuelo. Aquí nos encontramos con el dilema que perennemente caracterizó la era de los gobiernos priistas: cómo mantener el orden sin que se disgregue el país.

El orden era una condición necesaria para el desarrollo social y económico, en tanto que la descentralización, usualmente asociada a cacicazgos regionales, impedía el progreso. Sucesivos gobiernos priistas se abocaron a imponer su propia manera de entender al mundo, de controlar a todos y cada uno de los movimientos que tenían lugar a lo largo y ancho del país y, por ese medio, avanzar en sus modestos programas de desarrollo económico.

La única vertiente que puede adoptar el nuevo gobierno es la de la creación de un sistema político basado en reglas escritas, precisas y conocidas por todos. Esas reglas, emanadas del marco legal, tienen que convertirse en la razón de ser del sistema político y en la guía de acción del gobierno federal.

Los incentivos y estructuras institucionales del viejo sistema político no cuadran con la nueva realidad del país o con las expectativas de la población. La pregunta es si parece posible transformar el sistema, abrir nuevos cauces de participación y favorecer el desarrollo de una verdadera ciudadanía, todo ello en el contexto de una economía fuerte y pujante. Corea y España lo lograron en las últimas dos décadas. Por qué no habríamos de lograrlo nosotros.

Ni la política económica ni la democracia tienen sentido si no se reflejan en el nivel de vida de la población. Ese es, en esencia, el desafío que enfrenta el segundo gobierno Panista emanado de un partido distinto al PRI. El problema está en que es mucho más fácil entender el pasado, o criticarlo, que sentar las bases para un desarrollo cualitativamente distinto. Ese es, en resumen, el reto para el nuevo gobierno.

Y es precisamente en éste desorden cuando irrumpe la pseudo izquierda del PRD, donde militan más delincuentes y ladrones que han hecho de la política su más grande negocio; y que escondiéndose en términos de "luchadores sociales", son una caterva de rijosos y lujuriosos de los dineros ajenos. Usufructuando el significado gentil de ese vocablo han hecho de la política su modus vivendi y operandi, hombres y mujeres.

*Librepensador que destaca: si ellos son luchadores sociales –y no digo nombres para no ofender - yo soy Vito Andolini Corleone.

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